miércoles, 14 de noviembre de 2012

El sentido de la vida (Bis)

Nuestra única obligación es existir. Nada más que eso, todo  lo demás que hagamos es secundario. Dicho de esta forma la afirmación puede sonar deprimente, pero al contrario, siguiendo esta línea de pensamiento, cualquier modo de vida que optemos es el adecuado mientras garantice la existencia (si es lo que se busca, que en la mayoría de los casos es así).

Todas las acciones que llevamos a cabo habitualmente son pensadas para garantizar nuestra existencia o comodidad en el sistema, no en la vida en general.

Si viviéramos en un sistema utópico que le garantizara a todos los humanos por igual la cantidad de bienes  que deseen y la cobertura de las necesidades básicas, cada persona se cuestionaría el sentido de la vida a diario. El sistema nos otorga un (¿Falso?) objetivo, un destino hacia donde movernos, un camino a seguir. Si ese camino no fuera necesario, cada persona debería buscar aquello que realmente anhela, aquello que no puede lograr invirtiendo dinero.

Ese mismo sistema que nos otorga objetivos es el que nos limita, el que nos impide pensar en aquello que realmente anhelamos, el que nos impide hacer lo que queremos hacer cuando lo queremos hacer, el que nos obliga a postergarlo todo. 

Si uno pudiera mentalizarse en que nuestra única obligación es existir, se le abrirían las puertas a nuevas posibilidades, viendo la realidad: Que somos los verdaderos dueños de nuestro tiempo y de nuestras acciones, y que no existen las obligaciones.





PD1: Siempre pongo posdatas, esta no será la excepción. Estos pensamientos existencialistas suelen venir en momentos donde debo concentrarme en estudiar o cosas así, se que le pasa lo mismo a más gente, no se a ciencia cierta por qué.

PD2: El tema seguirá siendo desarrollado en posteriores entradas, obviamente, siendo tan amplio que jamás llegará a un desarrollo final.

1 comentario:

  1. Texto del Evangelio (Mt 6,24-34): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida?

    »Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal».

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